Trato de hacer memoria y pensar cuándo fue el momento exacto en el que decidimos irnos, pero se me escapa.
—Che, ¿y si nos vamos?
—Tendría que ser por un buen tiempo.
Tres meses, un viaje. Lo elegimos al azar, un número que parecía largo pero no imposible.
Estaba sola en casa y le avisé al Tano que había comprado pasaje cuando volvió de trabajar.
Vivimos juntos hace un año y sigo aprendiendo lo que significa compartir la vida con alguien. Durante muchos años —toda mi vida, casi— me acostumbré a ser yo sola. Mi mamá nunca nos empujó a tener pareja y durante nuestras adolescencias, mis tres hermanas y yo fuimos las eternas solteras. Había cosas más importantes en las que pensar. Era importante, no, fundamental, conocernos, querernos y fortalecernos antes de pensar en estar con alguien.
Mi mamá siempre fue muy inteligente. Los años en los que aprendí a lidiar conmigo fueron el trabajo más importante de mi vida.
Empezar una vida con el Tano fue muy fácil, incluso para alguien como yo, acostumbrada a no depender de nadie y a hacer las cosas a mi manera. Pero sigo aprendiendo. Sigo aprendiendo a balancearme en esa soga titubeante que es la paradoja de estar en pareja y no perderse a sí mismo en ella.
Muchas mujeres ya delegaron sus aspiraciones, sueños e intereses durante la historia, porque tuvieron que hacerlo, porque no habían otras opciones o porque no sabían que se podía hacer las cosas de otra forma. No. Me rehuso. Pero una vocecita en la parte de atrás de mi cabeza se lo pregunta igual: ¿si me mudé a Italia por mi novio significa que tengo que estar acá de por vida? ¿Puedo irme?
*
Tengo una familia gigante, salpicada por el mundo —desde Hong Kong a Brasil—, atravesada por una historia única y atípica. No sorprende, entonces, que todos llevamos vidas poco convencionales. Picu, una de mis tías, me escuchó decir estos pensamientos en voz alta y me preguntó:
—¿Y por qué no podrías irte?
Me contó de parejas casadas que pasan 6 meses separados, como si fuera la cosa más normal, como algo así nomás. (El hecho de que viva en Suecia seguro influye.)
Cada pareja se arma, su mundo y sus reglas, poco a poco.
Esa noche, después de haber comprado el pasaje, lo abracé al Tano mientras ponía agua a hervir:
—Creo que ya no quiero irme. Que compré el pasaje para probarme a mí misma que podía, si quería.
Necesitaba probarme a mí misma que en esa soga se puede caminar.
*
Quedan todavía 10 días antes de tomar el vuelo a casa. Sigo en pleno viaje, así que no puedo tomar perspectiva como para dimensionar el peso de estos meses afuera. Pero sí puedo reflexionar sobre el haberme ido.
Cada relación es un mundo único y se construye de a cero. Pero estamos acostumbrados a que las cosas sean de una cierta manera, y a menos que veamos modos alternativos o que alguien nos cuente sobre ellos, no sabemos que se pueden moldear en más de una forma.
El Tano, en algunas cosas, es mi opuesto: es médico, su familia durante generaciones vivió en la ciudad en la que él nació, sus amigos a los casi 30 años son los mismos amigos del colegio. A veces le pregunto si piensa que estoy loca, porque a veces me siento loca. ¿Por qué no puedo hacer las cosas de forma “normal”, tener un mismo trabajo, seguro, estable, donde pueda crecer? ¿Por qué no puedo aprender a hablar del clima y solo del clima, sin sentir que cada conversación es existencial? ¿Como sería no tener la necesidad imperiosa de hacer las cosas a mi manera? (Siempre me responde que no.)
Cuando estoy inmersa en ese remolino mental, pienso que sentiría menos angustia o que me sentiría menos sola si solo pudiera seguir caminos más tradicionales, ya marcados.
Pero sé que no es cierto. La angustia de sentirme inadecuada es ínfima en comparación a la angustia de regalarle mi tiempo y mi libertad a alguien más. La crisis se esfuma cuando agarro una lapicera y papel, cuando leo a personas que admiro o cuando me voy, 3 meses, solo porque quiero.
Escribo esto porque quiero seguir pasando el mensaje, ese que me dio Picu. Fue importante para mí escucharla. Al fin y al cabo, fueron sus palabras las que me convencieron de irme, porque me confirmó que se podía. Que una relación es de a dos y es única. Y que no solo aplica si estás en pareja con alguien: aplica también para recrear las reglas de tu vida.
No hay una sola forma de hacer las cosas. Podés rearmar las reglas como quieras, como necesites. Y si tenés a alguien al lado tuyo que te apoye, o mejor aún, que las rearme con vos, entonces ya está. Estás bien. Estás muy bien.
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