Vamos a almorzar a Bar dell’Orso en mi día libre, cerca de Monteriggioni, a 20 kilómetros de Siena. Viajamos en moto por las rutas internas.
En el camino veo varias cosas. El panorama de Siena, sentada sobre una montaña, con sus dos torres que sobresalen. Veo dos autos abandonados al lado de la ruta, vacíos y más adelante a una mujer de piel negra sentada en una silla de plástico blanca, también al costado de la ruta. Veo nubes con forma de cienpiés y tierra marrón rojiza, húmeda. Veo dos árboles flacos cubiertos de hojas rojas y me sorprendo: ¡otoño! Estamos en otoño.
Y veo, en un cruce por el que pasamos siempre, un cartel que apunta en dirección a La Magia, a 0.7 kilómetros.
—¡Tano, frená!
Le pido que doblemos a la derecha hacia donde apunta el cartel. ¿Cómo será la Magia?
Serpenteamos el camino de cemento hasta llegar en pocos segundos. La Magia.
Hay un cartel que anuncia el nombre del lugar, pasto verde alrededor de la ruta y una casa en construcción. En la entrada de la casa, otro cartel: Potere Magia. El Tano dice que “potere” en italiano es algo así como una casa, un terreno, pero yo sé qué significa: el poder de la magia.
Estoy acá.
Es una señal de que hago bien, persiguiendo la magia.
La magia está y no es un palacio con jardines. Es una casa en construcción, que se autodeclara poderosa, y una ruta tranquila entre el verde del mediodía y el celeste saturado del cielo. La magia es ir por el camino de siempre con ojos abiertos y doblar a la derecha cuando algo te despierta la atención, aunque no sepas a dónde lleve. La magia es ir con alguien que te quiere tanto que no duda en cambiar de dirección cuando se lo pedís sin explicación.
Saco fotos del cartel y le pido al Tano que me saque una con mi cámara a rollo. La Magia, la ruta y yo. Es por acá.
Cuando nos estamos por ir, se me ocurre:
—¡Pará! Me tengo que llevar algo de acá, ¡algo de Magia!
Mientras lo digo, una hoja verde amarillenta se suelta de su rama y flota despreocupada. Ahí está. Me agacho y la agarro de entre la alfombra de hojas, a ella de entre todas. ¿Qué más, qué más…? Unos metros más adelante, al lado del cemento, unas flores de tallo alto y pétalos lila me llaman la atención. Rompo el tallo y me llevo una conmigo.
—Vamos— le digo al Tano y nos subimos a la moto, ahora sí, camino a casa. En mi mano protejo mis tesoros contra el viento fuerte.
En la Magia algo muere y algo nace y yo me llevé los dos. Me pareció apropiado.
Rosario says
Te entiendo <3 Que lindo.
Sharon Borgstrom says
Gracias Rosario. Tu comentario me hizo releer este post y era lo que necesitaba. <3