Me declaro una lenteja. Lenta, lenta, como Manuelita. En un mundo que valora lo inmediato, remo en contra. Las cosas que más me importan son las que llevan tiempo, necesitan de paciencia, forman parte de un proceso que no se puede acelerar.
Quiero armar un club que ame la lenta lavorazione.
Aprender a escribir, a sacar fotos, requiere práctica, esfuerzo, horas de trabajo manual. Tener buenas relaciones requiere conocerse, animarse a ser vulnerable, tener charlas largas e incómodas. Osea: tiempo. Mucho, mucho tiempo.
Esta vez me lo recordó un paquete de fideos (no es la primera vez que un envoltorio de pasta me inspira. ¿Qué puedo hacer? Esto es Italia).
¿Para qué apurarnos?
Despacito. Un poquito, cada día. Y después, en un año, tendremos algo grande.
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