¿Cómo mejoro mi autoestima?
¿Cómo dejo de ser insegura?
¿Por qué caigo tan seguido en ese espiral destructivo y cómo salgo de ahí?
Existen un montón de herramientas para trabajar tu confianza: mirarse al espejo y repetirse cosas lindas. Agradecer cada noche. Meditar…
Es fácil encontrarlas, porque hay muchas y están al alcance de quien se ponga a buscar. Tal vez incluso ya formen parte de tu repertorio.
Y sin embargo, por más que las hagas, por más que cumplas, en el fondo no sentís que las cosas importantes estén cambiando.
El espiral sigue ahí, amenazante.
Las herramientas están buenas, pero no sirven si antes no tomás una decisión:
La decisión de que ya no me voy a lastimar más.
Basta.
Ya está.
A partir de ahora me voy a querer a mí, me voy a cuidar — pase lo que pase, esté en la circunstancia en la que esté, sin falta.
El mundo con sus reglas ya de por sí me lastima. No voy a fomentarlo de más. No. No lo voy a hacer.
Sin esta decisión, las herramientas no tienen mucho sentido.
Durante gran parte de mi vida, me creí lo que decían las voces de mi cabeza. Seguro vos también. Nadie nos enseñó a pensar.
No sé qué te decía a vos, pero a mí me repetía que era malísima escribiendo. Que mi cuerpo era horrible. Que solo había una forma de hacer las cosas y que salirme de esa línea me hacía ilusa.
Le creí, porque no sabía que había otra opción.
Funcioné bajo esa premisa — la de escucharla y hacerle caso — durante muchos años hasta que me choqué contra la pared.
Pero si me había portado bien, si había seguido los pasos, ¿cómo no funcionó?
En busca de esa respuesta, me encontré con otras preguntas mucho más importantes:
¿Cómo sé que esas voces tienen razón?
¿Quién me aseguró que decían la verdad?
¿Qué si el problema no era yo… si no esas voces?¿Qué pasa si no les hago caso?Y la más importante de todas:Y en ese momento apareció la opción.
Puedo elegir.
En cada momento, puedo elegir.
Puedo elegir subirle el volumen a esa voz que me susurra en este momento: “¿Quién sos para escribir esto?”, hacerle caso y no mandar este mail.
O puedo elegir dar un paso atrás, escucharla… y dejarla ir. Ver como se aleja. Recordarme: Yo no elijo actuar en base a lo que dice esta voz.
Esto está al alcance de todos. Lo puedo hacer yo y lo podés hacer vos.
Podemos elegir no solo cómo respondemos al mundo, sino también cómo nos respondemos a nosotros mismos.
La tele, Instagram, la cultura ya nos dicen: No sos suficiente. Tu cabeza también en loop: No sos suficiente.
Podés hacerle caso… o podés contestarle:
No te creo.
No me interesa creerte.
La vida a la que aspiro es demasiado grande como para creerte y si me dejo llevar por tus palabras, no voy a llegar a donde quiero.
Ya lo hice durante toda mi vida y no obtuve los resultados que esperaba. Así que no lo voy a hacer más. Voy a cambiar estrategia.
Tengo solo una vida y la voy a aprovechar hasta el hueso.
Podés elegir.
El desafío, entonces, es aprender a elegir mejor.
Con un cariño inmenso y hasta la próxima carta—
Sharon
PD. Que tu semana esté llena de elecciones conscientes.
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