Ya voy por la segunda semana del Proyecto Ser Feliz.
Mi objetivo para este mes es llenarme de energía sana y armé una serie de micro-objetivos diarios para lograrlo.
Estamos a mitad de febrero y tengo una energía, un entusiasmo y un empuje tremendo. ¡Vamos!
Esta semana, pensé mucho acerca de las tentaciones. O más bien, las tentaciones, cómo reaccionamos a ellas y la autodisciplina necesaria para desarrollar la voluntad.
Uso un ejemplo: uno de mis micro-objetivos de este mes es no comer azúcar en forma de comida (tortas, galletas, postres…). El azúcar, dicen, es tan adictivo como la cocaína. Como soy mi propia rata de laboratorio —y porque detesto la idea de ser esclava de algo, incluso del azúcar— quise probar qué pasaría si durante un mes lo evitara.
El primer paso es ajustar mis circunstancias al objetivo: no compres azúcar, no lo veas, no lo tengas en casa.
Pero no es tan fácil: desde que me mudé a Barcelona, comparto piso. Y ahora mismo, en mi cocina, hay 5 cajas de chocolates—un regalo que nos hicieron. No son solo míos. No puedo hacerlos desaparecer.
Entonces, ahí están. Cada vez que entro a la cocina, los veo. Y cada vez que los veo, se asoma la tentación. Me dice: Mmm. Algo dulce después de comer. No pasa nada… Solo uno. ¿Qué va a cambiar un solo chocolate?
No tengo que ser experta para adivinar que no cumplimos la mayoría de los objetivos que nos proponemos a principio de año. Todos queremos cambiar algo, pero el esfuerzo a largo plazo es poco glamuroso y al final nos achanchamos. Las ganas están siempre—pero no la voluntad. Puro deseo sin acción.
Esa es mi lucha con el chocolate—un chocolate que además ni siquiera me gusta mucho. Escucho los susurros de la tentación como si fueran los cantos de las sirenas, pero las callo. Y las logro callar por esto:
Me da miedo.
Tengo miedo de ser esclava: no del azúcar, sino de mis impulsos. De ser un animal que responde a estímulos sin filtro, una criatura incapaz de ejercer su voluntad.
Me da miedo ser una marioneta de mi propio inconsciente. Un inconsciente además permeable a la publicidad y a la presión social. Un inconsciente caprichoso que quiere las cosas y las quiere ya.
Nuestra sociedad ya lo malcría: le da lo que quiere y se lo da ahora. ¿Querés hablar con Fulano? Escribile un mensaje. ¿Comprar algo? Hacelo desde el celular. Vivimos distraídos—y cuando tu cabeza está a mil, es difícil pensar a largo plazo, es difícil poner las cosas en orden y es difícil no ceder ante lo tentador.
¿Pero cómo escaparlo?
Sé que lo importante lleva tiempo, es un proceso, necesita espacio para evolucionar.Sé que una buena vida es resultado de saber elegir bien. Que la paciencia, el saber esperar y la práctica son claves para el éxito.
Quiero ser una persona crítica, con juicio, capaz de tomar decisiones y mantenerlas.
Cuando pienso en mi vida ideal, la imagino activa—no una reacción—por favor no una reacción.
Por eso es que mi lucha con el chocolate no es solo una lucha con el chocolate. No tiene que ver con el azúcar, no del todo. Es la excusa para practicar lo que necesito practicar. Es mi entrenamiento.
Me está preparando: hoy, en algo tan intrascendente como resistir chocolates, pero ¿más adelante?
Más adelante tendré las herramientas para saber qué hacer cuando aparezcan tentaciones en situaciones más importantes, más trascendentes, más definitorias.
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