Para un artista, es importante tener material físico para recrear escenas, detalles sensoriales. Por eso empecé con mi logbook. Pero también me di cuenta de que al prestar atención a esos detalles, mi vida se enriquecía: empecé a notar la belleza en la simetría de la luz del baño, a ver la poesía en los títulos de libros apilados y a perderme en la brillantina de algunas zapatillas como si fueran galaxias.
A un amigo hace poco se le escapó: La vita è dura, ma non mi fa paura—”la vida es dura pero no me da miedo”— y fue tan glorioso que dejé lo que estaba haciendo para anotarlo. Desde entonces lo convertimos en un rap. Y esa conversación que podría haberse perdido en el ritmo del día a día se me impregnó, y después de un mes estoy acá, contándote de ella, y seguramente alguno de ustedes se la acuerde y así, la poesía de la vida común se esparce mas y más y más.
La magia está a la espera de ser descubierta:
La cuestión es frenar y prestar atención. Prestar atención. PRESTAR ATENCIÓN. Simple, pero no fácil.
Así que este es otro motivo más para empezar un logbook —además del de salir de vos y ver qué hay afuera—: con el tiempo, vas a notar qué es lo que se repite. Ahí está lo interesante. ¿Qué estás pensando? ¿Qué aparece varias veces? ¿Qué patrones se forman? No solo es prestar atención a lo que te rodea, si no notar a lo que vos le prestás atención.
Una vez que te familiarizás con tu mente y sus mañas, podés guíarla en vez de que ella te guíe a vos. Y ahí es dónde empieza la parte más divertida: elegir si querés o no querés quedarte con las “verdades” que te ofrece.
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