Lo que parece ser seguro, tradicional y estable no lo es. Lo fue, pero dejó de serlo.
Estamos en un período de transición y las reglas cambiaron. Ya no sirve laburar toda la vida en un mismo lugar, como tampoco sirve estudiar una carrera como derecho solo porque son “seguros”.
La paradoja hoy es que lo “seguro” es peligroso.
Es hora de hacer arte
Una de mis pasiones es ver cómo otras personas encuentran su voz y la expresan. Eso es lo que significa el arte para mí: la forma única e inigualable en la que uno plasma su forma de mirar en un objeto.
Cada vez que veo que alguien rompe la inercia del silencio, algo adentro mío se remueve.
Porque nadie pide que lo hagamos.
Hacer arte -o hacer cosas, si la palabra “arte” te intimida- es riesgoso porque no te asegura nada. Ni éxito, ni likes ni simpatía. Hacer arte es impredecible.
Por eso es importante. No. Por eso es necesario.
Y no hablo solo de las personas que saben pintar o que tienen talento para actuar o que saben afinar cuando cantan.
Me refiero a quienes hacen algo solo por el placer de hacerlo, sin las garantías, y porque valoran el proceso más que el resultado. Aprender a programar, anotarse en un curso de escritura, organizar un grupo de personas que leen cartas astrales. Me refiero al arte como a la actitud de salirse del molde, de conectar ideas y personas, de ser generosos y estar comprometidos con nuestros proyectos. Me refiero al arte como al proceso de estar abiertos, de arriesgar el fracaso, de tomar iniciativas y de explorar.
Hacerlo exige vulnerabilidad y coraje. Requiere huevos. Y eso ya es una revolución de por sí, en un mundo que nos enseñó durante mucho tiempo a estar calladitos y hacer fila.
Es tan esencial porque es humano. Porque es un recuerdo de lo que es real.
Hacer arte es la mejor estrategia hoy
Expresar tu punto de vista y mostrar tu forma de mirar al mundo es la mejor estrategia para sobrevivir (e incluso navegar) el mundo de hoy.
Y por si necesitas más motivos para hacer arte…
1. Te ayuda a encontrar (y refinar) tu voz y lo que querés decir con ella. Si lo hacés seguido, la práctica misma va a ser el regalo y el aprendizaje. Te vas a sorprender con lo que encuentres.
2. Te va a conectar con personas que piensen de la misma manera y compartan tus valores. Vas a generar un espacio en donde otros también se animen a expresarse. La valentía es contagiosa.
3. Vas a hacer algo por tu cuenta, sin esperar el permiso de nadie. Una vez que le tomes el gustito a no depender de la iniciativa ajena, te vas a dar cuenta de todas las otras áreas de tu vida donde podés hacer lo mismo. Como efecto secundario, vas a confiar más en vos: en tus capacidades, en tu disciplina y en tu palabra.
4. Vas a contribuir en la vida de los demás. Pensá en todas las veces en las que algo —un libro, una película, una conversación, un artículo, una canción, lo que sea— te cambió. ¡No le niegues esa posibilidad a alguien más!
5. Vas a estar en ventaja. El mundo de hoy, donde el peligro está en no llamar la atención, valora al que se anima. El peligro hoy es ser uno más y obedecer solo por el hecho de hacerlo, sin preguntarse porqué es necesario en primer lugar. El peligro de hoy está en caer en las manos del miedo, a veces tan absurdo pero abrumador como el miedo al “qué dirán”. Durante décadas nos dijeron que salirnos del molde era peligroso. Bueno. El tablero se dio vuelta. Plantarnos, mostrar lo que pensamos y contar nuestra propia historia—única, e irreversiblemente nuestra— es lo mejor (y lo más lógico) que podemos hacer.
(Psst. Y cuando lo hagas, mandame un link. Ya somos varias.)
Para conocer más sobre estas formas de pensar, te recomiendo a Seth Godin, a Gary Vaynerchuck y a Chris Guillebeau.
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