Lo que más me gusta de volver de un viaje es… la rutina. Sí, la rutina. Donde antes todo era cambio, volver a casa es volver a la estabilidad.
(Y una estabilidad necesaria. A diferencia del mito del artista que solo levanta el pincel cuando está borracho, drogado o deprimido, muchos artistas necesitan orden y disciplina para abocarse a sus obras. “Sé regular y ordenado en tu vida, así podrás ser violento y original en tu trabajo” decía Flaubert.)
Esta vez, que volví sin plan, estructura ni trabajo, tengo una oportunidad que se presenta pocas veces: armar mi rutina de cero. Si decido bien, los beneficios pueden ser enormes.
Hace tiempo vengo obsesionada con los hábitos. Más que nada, con cómo las cosas chiquitas, a largo plazo, suman.
“Cómo pasamos nuestros días es cómo pasamos nuestras vidas” dice Annie Dillard. Esas acciones de cada día, después de un año, suman 365 cosas chiquitas—o una muy grande. Son el resultado de hábitos sanos elegidos con conciencia y un objetivo.
Desde esta óptica, puedo bajarlo a Picasso del tobillo de ese cielo donde está su pedestal. Una forma de humanizarlo es conocer cómo eran sus hábitos, aprender de su rutina y aplicar ese conocimiento a la mía. (Es una forma, también, de darme a mí una oportunidad.)
Fun fact: desde que empecé el blog, escribí más de 50 mil palabras. Una mini novela. Otro ejemplo: en 6 meses escribí aprox. 160 artículos, más de lo que escribí en 4 años en mi blog anterior. ¿Qué cambió? Que encontré la forma de obligarme a escribir algo —lo que sea, de 70 a 1700 palabras— una vez por día.
Suman.
Lo veamos o no, lo que hacemos y repetimos tiene acciones profundas. La idea es armar una rutina que incluya las acciones que querés conquistar y que sabés que te hacen bien. Esas acciones se internalizan: me ahorro el debatir conmigo si escribir o no. Sé que tengo que hacerlo. No lo pienso. Lo hago. Si no, soy presa fácil para esas corrientes emocionales.
Frente a una rutina bien calibrada, mis emociones no tienen poder. Esta organización me da orden, tiempo y paz mental.
Y más 50 mil palabras
“La rutina, en un hombre inteligente, es una señal de ambición”. —W. H. Auden
Voy a ir publicando más sobre este tema. Si hay algo que quieras charlar, escribime.
Rodrigo Alejandro Aguilar Mejía (@mally_alonso) says
Yo no creo en las coincidencias… desde aquel día, que tan marcado quedó en mi mente, cuando estábamos en Brasil al lado de una piscina, a la falda de una montaña, en un círculo donde todos los miembros (excepto quien era de Sudáfrica) eramos latinos y vos dijiste algo sobre mí: “pero él es raro porque los salvadoreños no hablan así…” supe que nuestro lazo rojo estaba ya bien enredado hahahahaha
Esta pieza que escribiste es una que yo mismo he querido publicar desde hace tiempo y me siento agradecido y muy contento de ver que vos me ganaste el mandado hahahahaha
Nos seguiremos viendo, te mando un abrazo y por favor segui publicando semejantes tesoros, la humanidad y la historia te lo agradecemos.
Sharon Borgstrom says
Qué lindos recuerdos los de Brasil, yo me sigo acordando siempre con tanto, tanto cariño esos días. Qué risa!
Great minds think alike, dice el dicho… 😉 aunque me encantaría ver como sería tu versión de esta idea. Tenés algún link donde compartís tus textos? Gracias por tan lindas palabras 🙂
Daniel Arredondo says
Que interesante, tienes toda la razón espero encontrarnos en el próximo viaje, saludos desde México 🇲🇽
Sharon Borgstrom says
Ya es hora de encontrarnos en alguna parte del mundo, Dani! Te mando un beso grande!