¿Cómo se hace para sentirse afortunado cuando el tren está atrasado, la heladera está vacía y se te rompió la pantalla del celular?
¿Cómo se hace para saber qué agradecer hasta en los días más difíciles, cuando no te quedan ganas?
Hay veces en los que podemos contar todas las cosas mágicas de nuestra vida sin esfuerzo. Hay otros días en los que cuesta más.
Para ser honesta, estas última semanas fueron más difíciles. Entrar en la sintonía ideal para perseguir la magia todos los días en instagram se sintió como remar en dulce de leche… Hubo veces donde solo alcancé a publicar una foto y pocas palabras abstractas.
Pero es importante reconocer que ese subibajas es parte del proceso. Que darnos el espacio para aceptar el estado anímico que tengamos y partir desde ahí. Es imposible estar ahí arriba todo el tiempo y exigirnos eso es en vano.
Persistir. Aunque solo podamos escupir tres palabras. El esfuerzo es lo que importa. El esfuerzo de frenar la pelota en los días alegres, en los días melancólicos, los desesperantes, los lúdicos, los tranquilos y pensar:
¿Qué agradezco?
La felicidad no es el resultado de que las cosas vayan bien, si no de una mentalidad que sabe y puede descubrir el fulgor sin importar las circunstancias.
Buscando en mis cuadernos encontré este ejemplo del 2012. Lo escribí un día en el que no había pasado nada especial. Pocas veces escribo tanto pero siento que es un ejemplo de lo mucho (e inesperado) que puede salir si solo armás un espacio para que florezcan cosas:
Gracias al mundo por regalarme palabras; por regalarme poemas, metáforas, libros, párrafos. Gracias por las palabras viejas y las nuevas y las que reusamos después de tanto tiempo. Gracias por toda la gente inteligente que conozco y la que tengo alrededor que me inspira a ser mejor, a querer más, a pedir más. Gracias por Navidad. Gracias por el verano. Gracias por el calorcito, la noche, la transpiración, la pileta, salir a tomar sol, salir a la noche, que todo sea posible. Gracias por dejarme tener un verano en Buenos Aires.
Gracias por Daniela, que me mandó no uno si no dos mensajes de texto al número de casa y me dejó escuchando a una máquina con voz masculina decir: 1) “¿Gorda podés a las 10:30?” y 2) “No, al final a las 11”. Pasé todo el día intentando descifrar quién era hasta que la llamé más tarde para arreglar el turno para el alisado y me dijo.
Gracias por sentir que estoy de vacaciones cuando no lo estoy. Gracias por las facultades que se me dieron y las oportunidades educativas que tuve y que sigo teniendo, para cultivarlas. Gracias por las oportunidades que tengo para decirle a la gente lo mucho que me importa y lo mucho que significa. Gracias por internet que me permite conocer mundos distintos y ampliar horizontes.
Gracias por buenos consejos y por tener tiempo a solas. Gracias por la inteligencia humana, pero todavía más, gracias por su generosidad. Gracias por el castellano, que es una lengua deliciosa. (Sí. Deliciosa.) Gracias por los verdes, los rosas, los blancos, ¡los celestes! Gracias por los buenos tatuajes y por los pasajes baratos. Gracias por la seguridad de que no hay nada más eficaz para conseguir lo que uno quiere que pensar en positivo y no dudar de uno mismo.
No puedo pedir más. Tengo todo lo que alguien necesita para vivir bien, para ser feliz y tengo más aún. Al mismo tiempo pido más, peleo por más, la ambición es uno de los muchos minerales que fluyen por mis venas. Y no está mal pero para pedir hay que dar. Hay que dar las gracias por todo lo que tengo.
La mejor versión de mí misma es la que sabe dar las gracias.
Rochi says
Esto es todo lo que necesitaba leer. Yo agradezco haber encontrado este blog.
Sharon Borgstrom says
Gracias Ro!
Sharon Borgstrom says
P.D. Sos el primer comentario del blog. Que emocion!